Ignacio participó el 12 de julio en el Ironman de Vitoria, así nos cuenta su "aventura":
Ya soy un hombre.
Que título tan raro para empezar una crónica, y se supone que más aún viniendo de un padre de familia con cinco hijos, pero quien me conoce sabe que desde hace más o menos un año y dos meses, me convertí en un medio hombre, al terminar mi primer medio Ironman, el Triatlón de Arenales del Sol. Desde entonces, y hasta que no hiciese un Ironman 226 , no me consideraría de nuevo un hombre completo.
La historia empieza hace unos seis veranos, estando en la sierra de Cádiz, hablando con mi hermano Daniel, el cual empezaba como yo sus primeros pasos en lo de "correr y esas tonterias". Mi gran amigo Alvaro Galvez me había dejado un vídeo que contaba como un deportista conocido entrenaba y hacía su primer Ironman, y yo le decía a mi hermano que esa gente eran superheroes.
Claro está que en esa época, la distancia más larga que era yo capaz de correr serian unos 5 o 6 kilómetros, la bici no la tocaba desde que era un niño, y lo de nadar era una cosa que servía en verano para refrescarse y hacerle ahogadillas a mis hijos en la piscina. Jajaja, que iluso yo el no darme cuenta que el cerebro humano tiene memoria, y que a veces, nos trajina por su cuenta y riesgo, y sin más, te va trabajando por dentro sin que te des cuenta, unas veces como un gusano dentro de una manzana, que te pudre por dentro sin que te enteres, y otras veces, como una oruga, que tras una metamorfosis espectacular, es capaz de convertirse en mariposa.
Así sin más, poco a poco, fui haciendo más kilómetros corriendo, al año me compré una bicicleta de montaña para ir con los amigos, y al año siguiente empecé a nadar en el mar con la ilusión de hacer mi primer triatlón, el Triatlón Cross de Santa Pola, algo relativamente corto y divertido. Pero la intención de hacer un Ironman aún no estaba en mi consciente. Va pasando el tiempo, me apunto con mi mujer a distintas carreras, 10km, 18km, 21km , mis amigos de bicicleta empiezan a enseñarme lo que es aguantar, sufrir y disfrutar, y por otra parte descubro que eso de nadar no está mal, hasta me compro un neopreno para poder seguir en el mar en invierno. Pero sigo sin ser consciente de querer ser un Ironman, aunque de vez en cuando, noto como bocados dentro de mi, que me hacen mirar hacia dentro, y veo como una sombra que se acerca para poder salir al exterior. Después de mi tercer triatlón cross, de mucho mirar los tiempos de otros en distancia medio iron, decido comprarme una bicicleta de carretera de segunda mano e intentar hacer el medio Ironman de Arenales. Para entonces ya había conocido a "este nuestro Cluss" las Marujas Acelerás, habíamos hecho nuestra primera maratón e incluso me había atrevido a hacer la travesía de 5,9 km de Tabarca a Santa Pola. Total, que el pasado año 2014, hago el Olímpico de Elche, el medio iron de Arenales, el triatlón cross de Santa Pola y para rematar, gracias a mi amigo Franc, el triatlón de montaña de Guadalest. Que locura, y la mariposa que no quería salir. Pero cuando acabé Arenales, no se de dónde surgió la idea de que ya era medio hombre, y claro, a uno eso parece que le duele un poco. Así me tiro un par de meses pensando que hacer en el 2015, ya había superado algunos retos que ni pensaba que se pudiesen hacer, como lo de hacer una maratón, la travesía, una ultra de 104 km y por supuesto el medio Iron. Entonces, justo al finalizar la duatlón de Santa Pola veo a uno de mis "héroes", José Ramón Vives, quien creo que ya ni sabe los Ironman que lleva encima, y me acerco a él y sale una mariposa que dice:
-Yo quiero ser un Ironman.
Me mira, sonríe, y me dice:
-claro, y ¿porqué no vas a serlo si quieres?
-Y ¿cúal hago? , tengo mucho miedo.
-Vitoria-Gasteiz me dice él. Al día siguiente ya había hecho la inscripción.
A primeros de año comienzo la preparación, con la ayuda inestimable de mi mujer, que no sólo hace posible que pueda entrenar cambiando horarios de clases y trabajos, sino que encima entrenaba conmigo cada vez que podía, sobre todo en las horas de correr
distancias largas, que a uno solo se le pueden hacer muy duras. También tengo la gran suerte de entrenar el agua con mis amigos, "los boquerones de las siete", de la mano de un tremendo profesional y mejor persona, José Luis Larrosa.
Total, desde Enero 252km nadados, 958km corridos y 5.324km en bicicleta, todo eso aderezado con algunas horillas de rodillo y gimnasio. Había sesiones maratonianas de bicicleta y correr, o correr y nadar, o nadar y bicicleta, etc, pero en la cabeza siempre estaba el mismo objetivo, hay que hacer horas, horas, horas y más horas, y al día siguiente más horas de nuevo, y más horas, y más horas, y cuando estés cansado, más horas y más. Muchas veces sentía el desánimo de no poder ir más rápido, la incomprensión de quien te ha visto otras veces ir más rápido y ahora verte "lento", porque en mi caso, no era cuestión de quedar en ninguna posición delantera dentro del Ironman, sino de aguantarlo, de acabarlo, y eso te hace cambiar hábitos de carrera. También la preciosa incomprensión de conocidos que no hacen deporte de forma habitual, esa madre mía que cuando hablaba con ella me decía: "tú cuando estés cansado, te paras y listo, para qué correr tanto", o eso que todos conocemos, la pregunta típica ¿y cuanto te pagan?, incluso "amigos" que te dicen, "macho, me han dicho que te estás forrando con eso de las carreras, que no paras ni un día".
Un día, después de 25km corriendo, me tocaban hacer 60 km en bicicleta para "soltar piernas", y en carretera me uno a uno que iba a un ritmito que me parecía adecuado, y para no ir solo, como en el 99% de los casos, me pongo a su lado. Me pregunta si estaba preparando algo y le digo que un Ironman. Me mira de reojo, se sonríe y me dice: "perdona mi sonrisa, pero el nombre parece un poco pretencioso, ¿no?. Entonces le digo en que consiste la broma, se pone serio y me dice, te pido perdón por la sonrisa de antes, pero a eso que vas a intentar le puedes llamar como te de la gana, eso no hay quien lo haga si no es supermán.
Bueno, anécdotas aparte, se va acercando la gran prueba. Por el camino caen como preparación varias carreras, tres triatlones menores y tres tiradas largas, entre ellas otra vez la transilicitana de 104 km, en dónde mi mayor objetivo seguía siendo aguantar horas y horas. La prueba "reina", era la travesía Tabarca-Santa Pola, a una semana del Ironman, que me iba a servir como último entrenamiento largo en natación, y dónde mi mujer Silvia y todo el grupo de los boquerones, habían puesto la ilusión y el trabajo de muchos meses de entrenamiento, de levantarse a las seis de la mañana para los entrenos, de ir al mar juntos más de una vez, pero, cosas de la naturaleza, a tres días de la prueba se suspende por las condiciones adversas del mar, y se aplaza al mismo día que el Ironman. Esto "obliga" a mi preciosa Silvia a renunciar a todo ese trabajo previo para no dejarme ir solo a Vitoria, y a mi me "obliga" a quererla aún más y a saber que el "todo" lo tengo que dar por ella.
Llegamos a Vitoria, todo impresionante, el pantano de Landa donde íbamos a nadar, los paisajes, su gente, los pintxos, la sidriña, todo. Dos días antes vamos al lago y nadamos un rato, doy un paseo en la bici, una pequeña carrera, y ya todo listo para la prueba. El Sábado reunión informativa por la mañana, y por la tarde revisión de bicicleta y material por la organización, dejándolo todo ya en el pantano para el día siguiente. Esa noche nos acostamos temprano, pero la verdad es que no duermo mucho.
Antes de que suene el despertador, ya estoy en pie, marcada la pierna y el brazo del día anterior con el 834, y con los nervios a flor de piel. Pienso en mis amigos los boquerones, que seguro que a esa misma hora se están levantando para ir a Santa Pola y hacer su travesía. Pienso en lo que ha renunciado mi mujer por mi. Pienso en tantas horas encima de la bicicleta , de los zapatos o dentro del bañador. Pienso en muchas cosas a la vez y de repente me doy cuenta de que tengo miedo, miedo de defraudarlos a todos, de no poder acabar lo que tantos esfuerzos han supuesto. Miro a Silvia que está a mi lado y digo, vámonos que nos espera un día muy largo. Cogemos el autobús de la organización y llegamos al pantano a las seis y media. Un café rápido en el bar de la lado del pantano, mirando las caras de los demás que se van a enfrentar a la prueba, cada uno disimulando a su manera sus temores internos y nos vamos hacia la T1 , donde me quito la ropa que llevo encima del traje de triatlón, y después de una última visita a los servicios, me voy colocando el neopreno con parsimonia, ajustando bien las piernas y las axilas, preparo las gafas y el gorro, un beso a Silvia y ya sólo queda colocarse en la linea de salida, y esperar que vayan saliendo los distintos grupos hasta que me tocase el turno.
Me coloco de los últimos en la salida, ya digo que mi meta es acabar el ironman, y poco a poco, voy entrando en consonancia con el agua. Recuerdo las lecciones del maestro, y voy estirando las brazadas conforme va pasando el tiempo. Adelanto a mucha gente, más de lo que pensaba, de hecho mi parcial en natación fue el mejor de los tres con diferencia. Veo gente que se queda, que se agobia, adelanto en la segunda vuelta incluso a participantes que iban a hacer el medio ironman y que, aparte de salir diez minutos antes, sólo tenían que hacer una vuelta al circuito a nado.
Salgo del agua con buenas sensaciones, y ganas de coger la bicicleta, y dicho y hecho, en poco ya estoy dando pedaladas. Son tres vueltas las que me esperan, las dos primeras de 70 km y una tercera de 40 km. La primera vuelta la afronto con muchas ganas, pero con cabeza. Me doy cuenta de que el circuito es más duro de lo que pensaba, mucho sube y baja con mucha curva que no te deja ver lo que viene después. Pasamos por la ciudad de Vitoria y Silvia me anima desde la carretera. La segunda vuelta la afronto bien, pero empieza a subir el viento, lo que hace que se vaya acumulando más cansancio del esperado. No dejo en ningún momento de hidratarme y comer algún medio plátano que otro y alguna barrita. Empiezo la tercera vuelta, la más corta pero la más dura. El viento arrecia por los llanos vitorianos y mis piernas cada vez más cargadas. Cuando sólo me quedan 20 km de bicicleta, comienzan los calambres. Algo he hecho mal seguro, falta de sales y falta de cadencia en la pedalada, pero ya no tiene arreglo. Pienso en parar y estirar, pero decido seguir e intentar estirar tranquilo en la transición. Por fin llego a Vitoria y los tres o cuatro km por dentro de la ciudad se me hacen eternos e insufribles, con calambres cada vez que cambiaba de postura. Por fin voy a bajar de la bicicleta, pero, no puedo, estuve en un tris de caerme al suelo ya que se me quedaron cogidas las dos piernas a la vez. Me dan unos calambres horribles, tumbado en el suelo, sin poder mover un músculo, y sólo soy capaz de levantarme después de un rato gracias a que un organizador consiguió descargarme un poco. Dios, que horror, que dolor, desde que dejé la bici hasta que crucé la linea de la transición, unos seis metros, pasaron 12 minutos, en donde me dió tiempo a pensar en todo. Silvia me vió llegando en la bici, pero no en el suelo, ya que se fue corriendo para esperarme a la salida de la T2. ¿Todo se había acabado? Yo tirado en el suelo sin poder moverme, sabiendo que aún me quedaban 42km por hacer, y que no me podía ni levantar. ¿Por fin había conseguido lo que tanto temía, defraudarlos a todos? Uno de la organización me dijo, una retirada a tiempo es una victoria. ¿Victoria? ¿Para quién?, quizás sólo para mis músculos y mi cuerpo, pero no para mi cabeza.
Con pasos que no eran pasos consigo llegar a la carpa de la T2, dónde tenía que colocarme las zapatillas para empezar a correr. Me ve Silvia que pensaba que ya estaba dentro y le digo que no sé si podre andar. En la carpa tardo 17 minutos en poder ponerme los calcetines, las medias y los zapatos, ya que cada vez que movía una pierna me daba un calambre en un sitio u otro. Pero me digo, si puedo andar la puedo acabar. Mis tiempos de natación y bicicleta me daban casi siete horas para poder hacer la maratón, y si podía andar, la podía acabar. Salgo de la carpa andando poco a poco, con los ánimos de compañeros , de gente de la organización y de un público como el que nunca he visto en ningún sitio. Silvia me espera fuera y me pregunta que que voy a hacer.
Ya soy un hombre.
Que título tan raro para empezar una crónica, y se supone que más aún viniendo de un padre de familia con cinco hijos, pero quien me conoce sabe que desde hace más o menos un año y dos meses, me convertí en un medio hombre, al terminar mi primer medio Ironman, el Triatlón de Arenales del Sol. Desde entonces, y hasta que no hiciese un Ironman 226 , no me consideraría de nuevo un hombre completo.
La historia empieza hace unos seis veranos, estando en la sierra de Cádiz, hablando con mi hermano Daniel, el cual empezaba como yo sus primeros pasos en lo de "correr y esas tonterias". Mi gran amigo Alvaro Galvez me había dejado un vídeo que contaba como un deportista conocido entrenaba y hacía su primer Ironman, y yo le decía a mi hermano que esa gente eran superheroes.
Claro está que en esa época, la distancia más larga que era yo capaz de correr serian unos 5 o 6 kilómetros, la bici no la tocaba desde que era un niño, y lo de nadar era una cosa que servía en verano para refrescarse y hacerle ahogadillas a mis hijos en la piscina. Jajaja, que iluso yo el no darme cuenta que el cerebro humano tiene memoria, y que a veces, nos trajina por su cuenta y riesgo, y sin más, te va trabajando por dentro sin que te des cuenta, unas veces como un gusano dentro de una manzana, que te pudre por dentro sin que te enteres, y otras veces, como una oruga, que tras una metamorfosis espectacular, es capaz de convertirse en mariposa.
Así sin más, poco a poco, fui haciendo más kilómetros corriendo, al año me compré una bicicleta de montaña para ir con los amigos, y al año siguiente empecé a nadar en el mar con la ilusión de hacer mi primer triatlón, el Triatlón Cross de Santa Pola, algo relativamente corto y divertido. Pero la intención de hacer un Ironman aún no estaba en mi consciente. Va pasando el tiempo, me apunto con mi mujer a distintas carreras, 10km, 18km, 21km , mis amigos de bicicleta empiezan a enseñarme lo que es aguantar, sufrir y disfrutar, y por otra parte descubro que eso de nadar no está mal, hasta me compro un neopreno para poder seguir en el mar en invierno. Pero sigo sin ser consciente de querer ser un Ironman, aunque de vez en cuando, noto como bocados dentro de mi, que me hacen mirar hacia dentro, y veo como una sombra que se acerca para poder salir al exterior. Después de mi tercer triatlón cross, de mucho mirar los tiempos de otros en distancia medio iron, decido comprarme una bicicleta de carretera de segunda mano e intentar hacer el medio Ironman de Arenales. Para entonces ya había conocido a "este nuestro Cluss" las Marujas Acelerás, habíamos hecho nuestra primera maratón e incluso me había atrevido a hacer la travesía de 5,9 km de Tabarca a Santa Pola. Total, que el pasado año 2014, hago el Olímpico de Elche, el medio iron de Arenales, el triatlón cross de Santa Pola y para rematar, gracias a mi amigo Franc, el triatlón de montaña de Guadalest. Que locura, y la mariposa que no quería salir. Pero cuando acabé Arenales, no se de dónde surgió la idea de que ya era medio hombre, y claro, a uno eso parece que le duele un poco. Así me tiro un par de meses pensando que hacer en el 2015, ya había superado algunos retos que ni pensaba que se pudiesen hacer, como lo de hacer una maratón, la travesía, una ultra de 104 km y por supuesto el medio Iron. Entonces, justo al finalizar la duatlón de Santa Pola veo a uno de mis "héroes", José Ramón Vives, quien creo que ya ni sabe los Ironman que lleva encima, y me acerco a él y sale una mariposa que dice:
-Yo quiero ser un Ironman.
Me mira, sonríe, y me dice:
-claro, y ¿porqué no vas a serlo si quieres?
-Y ¿cúal hago? , tengo mucho miedo.
-Vitoria-Gasteiz me dice él. Al día siguiente ya había hecho la inscripción.
A primeros de año comienzo la preparación, con la ayuda inestimable de mi mujer, que no sólo hace posible que pueda entrenar cambiando horarios de clases y trabajos, sino que encima entrenaba conmigo cada vez que podía, sobre todo en las horas de correr
distancias largas, que a uno solo se le pueden hacer muy duras. También tengo la gran suerte de entrenar el agua con mis amigos, "los boquerones de las siete", de la mano de un tremendo profesional y mejor persona, José Luis Larrosa.
Total, desde Enero 252km nadados, 958km corridos y 5.324km en bicicleta, todo eso aderezado con algunas horillas de rodillo y gimnasio. Había sesiones maratonianas de bicicleta y correr, o correr y nadar, o nadar y bicicleta, etc, pero en la cabeza siempre estaba el mismo objetivo, hay que hacer horas, horas, horas y más horas, y al día siguiente más horas de nuevo, y más horas, y más horas, y cuando estés cansado, más horas y más. Muchas veces sentía el desánimo de no poder ir más rápido, la incomprensión de quien te ha visto otras veces ir más rápido y ahora verte "lento", porque en mi caso, no era cuestión de quedar en ninguna posición delantera dentro del Ironman, sino de aguantarlo, de acabarlo, y eso te hace cambiar hábitos de carrera. También la preciosa incomprensión de conocidos que no hacen deporte de forma habitual, esa madre mía que cuando hablaba con ella me decía: "tú cuando estés cansado, te paras y listo, para qué correr tanto", o eso que todos conocemos, la pregunta típica ¿y cuanto te pagan?, incluso "amigos" que te dicen, "macho, me han dicho que te estás forrando con eso de las carreras, que no paras ni un día".
Un día, después de 25km corriendo, me tocaban hacer 60 km en bicicleta para "soltar piernas", y en carretera me uno a uno que iba a un ritmito que me parecía adecuado, y para no ir solo, como en el 99% de los casos, me pongo a su lado. Me pregunta si estaba preparando algo y le digo que un Ironman. Me mira de reojo, se sonríe y me dice: "perdona mi sonrisa, pero el nombre parece un poco pretencioso, ¿no?. Entonces le digo en que consiste la broma, se pone serio y me dice, te pido perdón por la sonrisa de antes, pero a eso que vas a intentar le puedes llamar como te de la gana, eso no hay quien lo haga si no es supermán.
Bueno, anécdotas aparte, se va acercando la gran prueba. Por el camino caen como preparación varias carreras, tres triatlones menores y tres tiradas largas, entre ellas otra vez la transilicitana de 104 km, en dónde mi mayor objetivo seguía siendo aguantar horas y horas. La prueba "reina", era la travesía Tabarca-Santa Pola, a una semana del Ironman, que me iba a servir como último entrenamiento largo en natación, y dónde mi mujer Silvia y todo el grupo de los boquerones, habían puesto la ilusión y el trabajo de muchos meses de entrenamiento, de levantarse a las seis de la mañana para los entrenos, de ir al mar juntos más de una vez, pero, cosas de la naturaleza, a tres días de la prueba se suspende por las condiciones adversas del mar, y se aplaza al mismo día que el Ironman. Esto "obliga" a mi preciosa Silvia a renunciar a todo ese trabajo previo para no dejarme ir solo a Vitoria, y a mi me "obliga" a quererla aún más y a saber que el "todo" lo tengo que dar por ella.
Llegamos a Vitoria, todo impresionante, el pantano de Landa donde íbamos a nadar, los paisajes, su gente, los pintxos, la sidriña, todo. Dos días antes vamos al lago y nadamos un rato, doy un paseo en la bici, una pequeña carrera, y ya todo listo para la prueba. El Sábado reunión informativa por la mañana, y por la tarde revisión de bicicleta y material por la organización, dejándolo todo ya en el pantano para el día siguiente. Esa noche nos acostamos temprano, pero la verdad es que no duermo mucho.
Antes de que suene el despertador, ya estoy en pie, marcada la pierna y el brazo del día anterior con el 834, y con los nervios a flor de piel. Pienso en mis amigos los boquerones, que seguro que a esa misma hora se están levantando para ir a Santa Pola y hacer su travesía. Pienso en lo que ha renunciado mi mujer por mi. Pienso en tantas horas encima de la bicicleta , de los zapatos o dentro del bañador. Pienso en muchas cosas a la vez y de repente me doy cuenta de que tengo miedo, miedo de defraudarlos a todos, de no poder acabar lo que tantos esfuerzos han supuesto. Miro a Silvia que está a mi lado y digo, vámonos que nos espera un día muy largo. Cogemos el autobús de la organización y llegamos al pantano a las seis y media. Un café rápido en el bar de la lado del pantano, mirando las caras de los demás que se van a enfrentar a la prueba, cada uno disimulando a su manera sus temores internos y nos vamos hacia la T1 , donde me quito la ropa que llevo encima del traje de triatlón, y después de una última visita a los servicios, me voy colocando el neopreno con parsimonia, ajustando bien las piernas y las axilas, preparo las gafas y el gorro, un beso a Silvia y ya sólo queda colocarse en la linea de salida, y esperar que vayan saliendo los distintos grupos hasta que me tocase el turno.
Me coloco de los últimos en la salida, ya digo que mi meta es acabar el ironman, y poco a poco, voy entrando en consonancia con el agua. Recuerdo las lecciones del maestro, y voy estirando las brazadas conforme va pasando el tiempo. Adelanto a mucha gente, más de lo que pensaba, de hecho mi parcial en natación fue el mejor de los tres con diferencia. Veo gente que se queda, que se agobia, adelanto en la segunda vuelta incluso a participantes que iban a hacer el medio ironman y que, aparte de salir diez minutos antes, sólo tenían que hacer una vuelta al circuito a nado.
Salgo del agua con buenas sensaciones, y ganas de coger la bicicleta, y dicho y hecho, en poco ya estoy dando pedaladas. Son tres vueltas las que me esperan, las dos primeras de 70 km y una tercera de 40 km. La primera vuelta la afronto con muchas ganas, pero con cabeza. Me doy cuenta de que el circuito es más duro de lo que pensaba, mucho sube y baja con mucha curva que no te deja ver lo que viene después. Pasamos por la ciudad de Vitoria y Silvia me anima desde la carretera. La segunda vuelta la afronto bien, pero empieza a subir el viento, lo que hace que se vaya acumulando más cansancio del esperado. No dejo en ningún momento de hidratarme y comer algún medio plátano que otro y alguna barrita. Empiezo la tercera vuelta, la más corta pero la más dura. El viento arrecia por los llanos vitorianos y mis piernas cada vez más cargadas. Cuando sólo me quedan 20 km de bicicleta, comienzan los calambres. Algo he hecho mal seguro, falta de sales y falta de cadencia en la pedalada, pero ya no tiene arreglo. Pienso en parar y estirar, pero decido seguir e intentar estirar tranquilo en la transición. Por fin llego a Vitoria y los tres o cuatro km por dentro de la ciudad se me hacen eternos e insufribles, con calambres cada vez que cambiaba de postura. Por fin voy a bajar de la bicicleta, pero, no puedo, estuve en un tris de caerme al suelo ya que se me quedaron cogidas las dos piernas a la vez. Me dan unos calambres horribles, tumbado en el suelo, sin poder mover un músculo, y sólo soy capaz de levantarme después de un rato gracias a que un organizador consiguió descargarme un poco. Dios, que horror, que dolor, desde que dejé la bici hasta que crucé la linea de la transición, unos seis metros, pasaron 12 minutos, en donde me dió tiempo a pensar en todo. Silvia me vió llegando en la bici, pero no en el suelo, ya que se fue corriendo para esperarme a la salida de la T2. ¿Todo se había acabado? Yo tirado en el suelo sin poder moverme, sabiendo que aún me quedaban 42km por hacer, y que no me podía ni levantar. ¿Por fin había conseguido lo que tanto temía, defraudarlos a todos? Uno de la organización me dijo, una retirada a tiempo es una victoria. ¿Victoria? ¿Para quién?, quizás sólo para mis músculos y mi cuerpo, pero no para mi cabeza.
Con pasos que no eran pasos consigo llegar a la carpa de la T2, dónde tenía que colocarme las zapatillas para empezar a correr. Me ve Silvia que pensaba que ya estaba dentro y le digo que no sé si podre andar. En la carpa tardo 17 minutos en poder ponerme los calcetines, las medias y los zapatos, ya que cada vez que movía una pierna me daba un calambre en un sitio u otro. Pero me digo, si puedo andar la puedo acabar. Mis tiempos de natación y bicicleta me daban casi siete horas para poder hacer la maratón, y si podía andar, la podía acabar. Salgo de la carpa andando poco a poco, con los ánimos de compañeros , de gente de la organización y de un público como el que nunca he visto en ningún sitio. Silvia me espera fuera y me pregunta que que voy a hacer.
Pues que quieres que haga, le digo, acabarla si puedo y como pueda.
Me quedan sólo cuatro vueltas de 10,5 km, me digo a mi mismo. Eso no es ná de ná, si las divido mentalmente en tramos, son trozos muy pequeños que hay que hacer muchas veces, y si puedo andar un trozo pequeño, puedo andar el siguiente, y el siguiente, y después el siguiente. Conforme pasan los primeros doscientos metros, el público me lleva en volandas, y pruebo a empezar a correr. No es posible, cada vez que levantaba más de la cuenta las piernas, empezaban los calambres y tenía que parar a estirar con muchos dolores. Acabo la primera vuelta, y de los 10,5 km sólo habré conseguido correr dos o tres km. Veo a Silvia, le doy un beso (creo que no cuenta como ayuda externa, que los jueces son muy estrictos ) y le digo que voy a intentar una segunda.
En esta vuelta fue quizás donde más sufrí, los dolores iban en aumento al igual que los calambres, pero la cabeza la seguía teniendo bien, y fuerzas realmente me quedaban muchas. Acabando la segunda vuelta, cuando se va llegando a linea de meta, el publico te zarandea literalmente; vamos Ignacio, tú puedes, venga recupera un poco y corre , vamos, aupa, aupa. Impresionante.
Yo intentaba correr sólo por agradarlos, pero me era imposible. Vamos Ignacio, un último esfuerzo y en meta. Claro, ellos no saben las vueltas que aún te quedan, piensan que ya entras en meta, pero yo si sabía que aún me quedaban 21 km de sufrimiento, y lloré, no pude evitarlo, lloré por ellos, por su ánimo, y lloré por Silvia. Pero quizás fue eso lo que me hizo de nuevo ponerme las pilas, y andar cada vez más rápido. No podía correr, pero podía andar, y podía andar rápido, más rápido incluso que algunos que los que corrían. En la tercera vuelta, Silvia fué muchos tramos al lado mía, por fuera del circuito, dándome ánimos, y transmitiéndome los ánimos que familiares y amigos mandaban a través del móvil. Última vuelta, esto ya está hecho, quedan pocos corredores en carrera, sufriendo como yo, pero nos damos ánimos unos a otros en cada cruce. Venga, que vas a ser un Ironman, tira "palante" y no pares que ya lo tienes. Me quedan sólo 500 metros para ser un Ironman, el público anima, aunque ya queda poca gente ya que al día siguiente hay que trabajar y se va haciendo de noche. Miro mi reloj y no me lo creo. He cubierto los 42km en sólo 5 hora y 35 minutos, casi mejor que mi tiempo previsto sin problemas, y el Ironman completo en 14:16:01 (tiempo oficial)
Consigo "correr" los últimos 200 metros, no quiero entrar andando. Levanto los brazos en la meta y doy gracias a Dios. Veo a Silvia que me espera, me abrazo a ella, la beso, le miro a la cara y le digo. Silvia, ya soy un HOMBRE.
Me quedan sólo cuatro vueltas de 10,5 km, me digo a mi mismo. Eso no es ná de ná, si las divido mentalmente en tramos, son trozos muy pequeños que hay que hacer muchas veces, y si puedo andar un trozo pequeño, puedo andar el siguiente, y el siguiente, y después el siguiente. Conforme pasan los primeros doscientos metros, el público me lleva en volandas, y pruebo a empezar a correr. No es posible, cada vez que levantaba más de la cuenta las piernas, empezaban los calambres y tenía que parar a estirar con muchos dolores. Acabo la primera vuelta, y de los 10,5 km sólo habré conseguido correr dos o tres km. Veo a Silvia, le doy un beso (creo que no cuenta como ayuda externa, que los jueces son muy estrictos ) y le digo que voy a intentar una segunda.
En esta vuelta fue quizás donde más sufrí, los dolores iban en aumento al igual que los calambres, pero la cabeza la seguía teniendo bien, y fuerzas realmente me quedaban muchas. Acabando la segunda vuelta, cuando se va llegando a linea de meta, el publico te zarandea literalmente; vamos Ignacio, tú puedes, venga recupera un poco y corre , vamos, aupa, aupa. Impresionante.
Yo intentaba correr sólo por agradarlos, pero me era imposible. Vamos Ignacio, un último esfuerzo y en meta. Claro, ellos no saben las vueltas que aún te quedan, piensan que ya entras en meta, pero yo si sabía que aún me quedaban 21 km de sufrimiento, y lloré, no pude evitarlo, lloré por ellos, por su ánimo, y lloré por Silvia. Pero quizás fue eso lo que me hizo de nuevo ponerme las pilas, y andar cada vez más rápido. No podía correr, pero podía andar, y podía andar rápido, más rápido incluso que algunos que los que corrían. En la tercera vuelta, Silvia fué muchos tramos al lado mía, por fuera del circuito, dándome ánimos, y transmitiéndome los ánimos que familiares y amigos mandaban a través del móvil. Última vuelta, esto ya está hecho, quedan pocos corredores en carrera, sufriendo como yo, pero nos damos ánimos unos a otros en cada cruce. Venga, que vas a ser un Ironman, tira "palante" y no pares que ya lo tienes. Me quedan sólo 500 metros para ser un Ironman, el público anima, aunque ya queda poca gente ya que al día siguiente hay que trabajar y se va haciendo de noche. Miro mi reloj y no me lo creo. He cubierto los 42km en sólo 5 hora y 35 minutos, casi mejor que mi tiempo previsto sin problemas, y el Ironman completo en 14:16:01 (tiempo oficial)
Consigo "correr" los últimos 200 metros, no quiero entrar andando. Levanto los brazos en la meta y doy gracias a Dios. Veo a Silvia que me espera, me abrazo a ella, la beso, le miro a la cara y le digo. Silvia, ya soy un HOMBRE.