Ahora
mismo estoy pensando qué fuerza interior o mecanismo salta en nuestro interior
y lleva a una persona a inscribirse en una prueba de 104 km en 24h…
Ayer
leí la crónica de Erika Sánchez y os juro que cuando terminé de leerla ya me
dolían a mí también las rodillas. Supongo que cada uno tiene sus motivos o no,
algunos bien distintos, podría resumirlos siempre desde mi visión de la prueba
vista desde fuera, ya que todavía mis miedos son superiores a mis ganas.
Este
es mi tercera edición como voluntaria en el km 32, Camino de los Quiles, de las Marujas Acelerás, en el avituallamiento de la comida, y como siempre después de ir a animar a los
participantes en la salida y desearles suerte (¿¿suerte???, “piernas y cabeza” les desearía yo), nos
vamos a desplegar nuestra bandera, nuestras ganas de pasarlo bien y a organizar
como locas el chiringuito.
Este
año nuestra alineación era: Ali, Elisa, Gloria, Susi, Raquel, Encarni, Espe,
Virtu y nuestras niñas Raquel, Silvia y Elena. Por supuesto, Santi y la familia
de Rosa, nuestro afectado organizador y superimplicado, que nos lo pone todo,
la música, el micrófono… ”Santi pon música, Santi baja la música, Santi dónde
pongo esto, Santi lo otro…”
Pues
con esta alineación, cortamos fruta, chocolate, ordenamos pasta, arroz,
bocadillos, con queso, sin gluten, sin
lactosa, para intolerantes, para veganos… no nos faltó de nada. Nuestra función
fue que a nadie le faltara de nada, nos superorganizamos y unas reponían, otras
atendían peticiones, rellenábamos el agua, la isotónica, en fin… ya sabéis “Marujas”. A mí me dio por hacer de “speaker”
micrófono en mano, y lo pasé muy bien la verdad.
Pero
voy a resumiros muy mucho la jornada con mis conclusiones finales, lo que más
me gusta de esto es la gente, las personas, las sonrisas, la energía positiva
que circula… En primer lugar el señor que nos invita a un café nada más llegar,
más gracioso que todas las cosas, se pone a nuestra disposición “nenas lo que
os haga falta aquí un servidor”…, los chicos de km a km, la gente del Ayuntamiento,
los corredores, los andarines, los corre-anda, los “yo me planteo hacer la
mitad”, los “yo voy a acompañarte un tramo”, los “hasta dónde llegue”, los
invidentes y sus guías, las parejas que empiezan y acaban cogidos de la mano,
los que se conocen en el trayecto y finalizan con “somos amigos para siempre”,
los que se pelean en el km 66 y se reconcilian en el 93… al fin y al cabo, es
una aventura como la vida.
Es
un reto para algunos deportivo, para otros un reto personal, una curiosidad por
saber sí somos capaces, sentir que podemos alcanzar nuestras metas, sean las
que sean, estén a 50 o a 100 km, a pesar del viento, de la lluvia, de los
dolores, del cansancio, para adelante y como dice la canción de Luz Casal “y si
gana la derrota habrá que volver a empezar”.
El
regalo es el camino, la playa, el atardecer, la cervecita del avituallamiento,
el café o el cantueso, el caldito, el pastel de la madre de Rosa, el ver
amanecer (como dice Geli), es decir, la Meta y la Medalla Finisher es bonito,
pero el camino…
Por
supuesto nunca me pierdo la Meta y veo llegar a algunos de los que les dí la
comida, el invidente y su guía, superemocionante y Geli a la que le prometí que
iba a ir a abrazar y que llegó feliz con su hermana.
Mi
enhorabuena a todos l@s Marujas participantes, y l@s voluntari@s, nos vemos en
la próxima edición, siempre es un placer.